"Cien años de vigencia de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917"

CIEN AÑOS DE VIGENCIA DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS DEL 5 DE FEBRERO DE 1917

Dr. Ariel Alberto Rojas Caballero[i]

        ¿Por qué debemos festejar los cien años de vigencia de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos del 5 de febrero de 1917? Efectivamente, estimo se ha perdido el sentido real del festejo: es la Constitución que mayor vigencia ha tenido en la Historia de México. Quizá sólo para los expertos en Derecho esto pudiera tener una significación, pero más vale explicitarlo.

        Nunca antes en nuestro devenir patrio habíamos tenido un orden institucional que, con sus altibajos, hubiera durado un siglo y ello ordenado por las directrices de un texto legal supremo. Al nacer como país independiente y gracias a la perfidia de las intrigas extranjeras, y la desunión de los mexicanos, el país se desangró en luchas entre centralistas y federalistas; liberales y conservadores; monárquicos y republicanos, lo que generó que las constituciones y leyes fundamentales promulgadas tuvieran una vigencia, aunque solo fuera formal, muy reducida. Al Acta Constitutiva de la Nación Mexicana y la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos de 1824, rápidamente le siguieron las Siete Leyes Constitucionales de 1836, las Bases Orgánicas de 1843, el Acta Constitutiva y de Reformas de 1847 y al triunfo de la Revolución de Ayutla, la Constitución de la República Mexicana de 1857, la que una vez promulgada, el propio Commonfort, declaró la necesidad de hacerle ”útiles y pertinentes reformas”. En efecto, fue con la otra Constitución del 5 de febrero, pero de 1857, en que el país parecía que tomaba otra vez rumbo; mas, la Guerra de Reforma, detonada en parte por algunas de las prescripciones de este ordenamiento, interrumpieron una secuencia de paz, que se prolongó con la intervención francesa y, finalmente, concluyó con la rendición del austríaco en Querétaro. Restaurada la República, los regímenes liberales de Juárez y Lerdo, fueron sustituidos por Díaz que, con mano de hierro impuso orden y progreso. Respetuoso de la Constitución de 1857, gobernó durante 30 años –con el pequeño interludio de su compadre-, brindando una estructura económica y cierta forma institucional que México, jamás había tenido. Un gran hombre del Siglo XIX que conocía y domaba al país bronco, no entendió el nuevo siglo y tuvo que dimitir, retirándose al exilio. Madero no estuvo a la altura de las expectativas y su espiritismo e ingenuidad lo hicieron blanco de la perfidia norteamericana y mártir en la Decena Trágica. La imposición en el poder de Huerta, tras la pantomima de Lascurain - por cierto, el Presidente de México que menos ha durado en el cargo-, Carranza emite el Plan de Guadalupe que, reformado en Veracruz, permite convocar al Congreso Constituyente de 1916-1917.

        La primera Constitución social del Mundo, ya en su texto original reivindicó la propiedad originaria de la Nación sobre todo el territorio nacional e inició el camino de la reforma agraria, reivindicó los derechos mínimos de los obreros y vio en la educación el camino para un nuevo futuro más prometedor.

        Tras su entrada en vigor, cien años de vida patria han podido ver la consolidación de instituciones y un traspaso pacífico del poder. En este duro trance no olvidamos los asesinatos de los caudillos revolucionarios: Zapata en Chinameca, Carranza en Tlaxcalaltongo, Villa en Parral, incluso la del propio Obregón en “La Bombilla”. Tranquilidad y normalidad constitucional, quizá ensombrecida por episodios como La Guerra Cristera (1927-1929), la represión estudiantil en 68, el halconazo y la guerra sucia en los setentas, la rebelión zapatistas en los noventas y ahora la “guerra al crimen organizado”; pero, al fin, cien años de continuidad institucional y aunque nos cueste trabajo reconocerlo de modernización de México. Claro que esta aportación no sería tan optimista si la “Dictadura Perfecta”, como la denominó el Premio Nobel Peruano, no hubiera cedido a la transición democrática en el 2000 y a otras reformas que siempre serán insuficientes, pero que sin duda a través de imperio constitucional han permitido que el país camine.

        En este devenir, sin duda las enmiendas a la Constitución han ido permitiendo una consolidación nacional. Ejemplo destacado de ellas, sin duda, han sido las sucesivas reformas políticas que han dado cauce institucional a las oposiciones y han fortalecido un sistema de partidos con un árbitro y tribunal independientes. La reestructuración del Poder Judicial de la Federación, a partir de las reformas de 1988 y 1994, han permitido hacer realidad, por lo menos a nivel federal, la división de poderes. El fortalecimiento del Municipio, la modernización de las relaciones de las iglesias con el Estado;  la creación de organismos constitucionales autónomos, como el Banco de México, el Instituto Nacional de Información Estadística Geográfica, el de Acceso a la Información Pública y Protección de Datos Personales, el de Telecomunicaciones y Competencia Económica, entre otros, han debilitado el presidencialismo que marcó el siglo XX mexicano y pretende dejar las decisiones técnicas alejadas de la política y, sin duda, la más importante de las reformas, la del 6 y 10 de junio de 2011, que nos brindaron, un sistema fortalecido de derechos con estándares internacionales con un renovado juicio de amparo.

        No deseo emitir ningún pronunciamiento respecto a las llamadas “Reformas Estructurales” impulsadas por la presente administración, dados sus escasos o más bien nulos resultados. Nuestra esperanza es que, por lo menos la que creó el Sistema Nacional Anticorrupción y la educativa realmente transiten en la realidad y generen la patria ordenada, honesta y generosa que todos deseamos.

        Un siglo de constantes transformaciones en lo económico, social y político han encontrado en la Constitución el mecanismo ideal para llevarlas a cabo. Algunas con efectos inmediatos y positivos y otras que han quedado en lo que algún Presidente llamó “un contenido programático”.

        Pero con todo, el resultado estimo es positivo. Nunca antes en nuestra historia esto pudo haberse llevado. La clase política entiende que en México, la Norma Fundamental no sólo es la que estructura y distribuye el poder público y establece los límites infranqueables a su actuación, sino también el mecanismo ideal para cambiar realidades.

        No coincido con los que critican la longitud del texto y sus sucesivas reformas. La historia nos demuestra que de esta forma los mexicanos podemos superar situaciones tan conflictivas en lo social o económico, como en su momento fueron las nacionalizaciones, la dinámica del federalismo, las relaciones obrero patronales, las relaciones entre el estado y las Iglesias y una infinitud de temas que discurren a lo largo de su articulado. Nada alejado de la realidad es sostener que cada artículo, cada párrafo e, incluso, cada enunciado de la Constitución está imbuido de Historia.

        La Décima Época del Semanario Judicial de la Federación nos brinda a los abogados grandes retos a partir de los contenidos normativos constitucionales. Como nunca antes también en la trayectoria Patria, el Derechos hecho valer en los Tribunales tiene a través la posibilidad de enmendar injusticias y superar grandes conflictos sociales. El reto será siempre, para los jueces entender la magnitud de sus reivindicaciones y para los litigantes, desarrollar cada vez con mayor profesionalismo planteamientos novedosos que permitan mantener siempre actual el legado del Poder Constituyente y del Poder Revisor.

 



[i] Magistrado de Circuito, adscrito al Primer Tribunal Colegiado en materia administrativa del Decimosexto Circuito.